LA SANDALIA DE JASÓN

ARTE, PINTURA, LITERATURA, SIMBOLOGIAS, ESOTERISMO

Las Siete Hijas de Eva

Las Siete Hijas de Eva


por Artemidoros


Reuters y CNN anunciaron el 30 de Mayo de 2001 la publicación de un maravilloso libro que cubre el itinerario milenario del ADN mitocondrial.



Patrones de migraciones humanas saliendo de Africa
Las líneas azuels marcan el curso del cromosoma Y.
Las líneas amarillas son la ruta del ADN mitocondrial.
Mapa de University of Texas at Austin

Este especial ADN se transmite exclusivamente por vía materna (una madre transfiere idéntico ADN mitocondrial a toda su descendencia, y a su vez sus hijas, sin ningún variación, lo pasarán a su descendencia y así ad infinitum). Por tanto, este ADN es prácticamente idéntico en todos los seres humanos con las muy leves mutaciones que se producen por razones naturales a lo largo de las edades desde la Eva original en el corazón de África, porque, sí señores, de alguna manera inexplicable, evolutiva y sin costilla original, hubo UNA Eva Primordial que se puede trazar en términos del homo sapiens a unos 200,000 años atrás. Recordemos que entre los mitos primigenios está el de Lilith, la primera mujer de Adán, pero no es de eso que nos vamos a ocupar ahora, sino de Eva y de sus hijas.

Por cierto que esto de los descubrimientos científicos de los genes trashumantes huyendo de África y entrando en Europa por España, Grecia y los Urales y siguiendo su camino por toda Asia y luego hacia América, y resumiéndose en la completa unidad genética de la raza humana, debe tener rabiando y de cabeza a los racistas de todo tipo como los supremacistas blancos, los aryan nation, los nazis europeos y los neo nazis americanos, los wasps, los KKKs, los black power, los talibanes y en general a todos aquellos que creen tener algún rasgo o derecho de nacimiento, de religión, de sexo o de color de piel para considerarse mejores (o peores) que otros seres humanos y por tanto con privilegios para oprimir o perseguir a los demás.

En realidad las hijas de Eva no son siete sino 33 hijas de Eva a nivel mundial, lo que implica que se han detectado 33 mutaciones del ADN mitocondrial a partir del ADN de la Madre Primordial. Lo de las Siete se refiere a las matriarcas europeas, a las que el autor del libro, el especialista en genética Bryan Sykes, quien se ha pasado la última década trazando el mapa genético del mundo, ha bautizado con los sonoros y sugerentes nombres de Helena (Luz en Griego), Velda (Reina o Regina en Escandinavo), Tara (Roca en Gaélico), Katrine (Pura en Griego), Xenia (Hospitalaria en Griego), Ursula (La Osa en Latín), Jasmine (Flor en Persa). El resto del mundo estaríamos interesados en las otras 26 súper abuelas, pero el Doctor Sykes nos deja con el abrebocas y el antojo, y no las menciona.

Dr. Bryan Sykes. Foto de Bigfoot Lunch Club.
El website del Doctor Sykes, oxfordancestors.com ofrece tres tipos de servicios, uno de ellos es encontrar cual es nuestra abuela de hace más de 15,000 años (como si eso fuera ahora de alguna utilidad). Además, por ahora, si Ud. vive en Inglaterra, puede hacer interesantes averiguaciones genéticas y dilucidar intrigas y secretitos familiares, como saber la verdad de aquellos nueve meses que la tía Ethelvine estuvo inexplicablemente de largas vacaciones en Yorkshire en 1972.


"Bajo la piel, todos somos africanos". Dr. Spencer Wells. Foto de Rediff.


Es plausible que con el tiempo (además de haber pasado once años desde la publicación del libro del dr. Sykes, hay importantes proyectos sobre el mapa genético y las migraciones humanas por el globo terrestre como el Genographic Project de National Geographic, el Dr. Spencer Wells et alter) será posible la ampliación del cubrimiento de los mapas genéticos a zonas cada vez más amplias, ya que hay grupos científicos trabajando en muchas zonas del mundo y eventualmente comenzarán a integrarse distintos núcleos de información genética.


La Línea de las Hijas de Eva



Por ahora, es mucha la gente en los Estados Unidos quienes, por el módico precio de 150 libras esterlinas, está especialmente intrigadísima por agregar a sus americanos y despoblados blasones familiares a estas “bisabuelas” que vestían pieles de venado curtidas en hogueras y correteaban mamuts por las estepas y praderas post glaciales del año 20,000 A.C.

También podemos mandarnos a hacer por el mismo módico precio, en bellos colores e intrigantes símbolos, a guisa de moderno escudo de armas, símbolo inequívoco de los nuevos tiempos tecnológicos, el bellísimo mapa de nuestro cromosoma Y, transmitido por la línea parental, casta de Adán, código de barras, sello inconfundible, número de hombre, 666 del futuro sin el cual no se podrá comprar ni vender nada.

El Cromosoma Y



Lo bueno es que con seguridad más adelante, dentro de 10 o veinte años, vamos a poder reclamar aquella herencia de hace doscientos años a la que no sospechábamos que teníamos derecho: ¡¡ porque los mapas genéticos van a decir que la mina de diamantes en Zimbabwe, la hacienda ovejera en New Zealand o aquel castillo en las islas Scheychelles son nuestros!! (Soñar sigue costando nada).

SIMBOLOGÍA DE LA SERPIENTE

Por Begoña Rojo
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Aunque todos los símbolos son signo de lo energético, la serpiente es la expresión simbólica por antonomasia de la energía, de la fuerza pura y sola, por ello es ambivalente y multivalente.
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Este animal posee multitud de interpretaciones, algunas ambiguas, otras contradictorias, pero siempre fascinantes.




No existe ninguna civilización que no haya tratado el simbolismo serpentino: en Egipto, la cobra encolerizada en el tocado real o la serpiente enroscada sobre el disco solar de los dioses, era el símbolo de protección, así mismo, en su mitología hay una serpiente que representaba el Caos y la destrucción y otra benéfica protectora de las cosechas.
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En la India, hombres con cuerpo de serpiente que custodian la entrada de los templos y la Kundalini. Entre los mayas, la serpiente con plumas en la cabeza, en la cola y a veces en el cuerpo, Quetzalcoatl, como simbolo androgino de suma importancia…




La primera asociación es a las fuerzas del mal, el pecado y la tentación, sobre todo en la simbología cristiana. Simboliza, en este caso, la seducción de la fuerza por medio de la materia (Jasón por Medea, Hércules por Onfale, Adán por Eva), la persistencia de lo inferior en lo superior, de lo anterior en lo ulterior. Es, al mismo tiempo, símbolo del mal inherente a todo lo terrenal, pero no del pecado propio, sino del adquirido.



La serpiente esta en intima conexión con el principio femenino, numerosas deidades mediterráneas son representadas con una en las manos, o bajo sus pies, o entre sus cabellos.

También se utiliza, como los otros reptiles, para aludir a lo primordial, a los fundamentos y estratos mas primitivos de la vida.

Pero también puede aparecer como forma benéfica, como fuerza dominadora, dirigida, exaltada y utilizada para los fines superiores de la psique y de la evolución humana.

La serpiente representa un animal dotado de fuerza magnética. La muda de su piel simboliza la resurrección. Su carácter reptante significa la fuerza. Su peligrosa agresividad, el aspecto maligno de la naturaleza.

Se identifica con la Rueda de la vida por ser la fuerza vital que determina nacimientos y renacimientos. Esta identificación se representa gráficamente en los símbolos gnósticos del Ouroboros o serpiente que se muerde la cola.


Una mitad de este ser es clara y la otra oscura, el Yin-Yang, lo que representa su ambivalencia esencial y la pertenencia a los dos aspectos, positivo y negativo, activo y pasivo, constructivo y destructivo.

Es el símbolo que representa a San Juan evangelista. A veces aparece junto a un cáliz (relacionado con el Grial o Graal, receptáculo abierto a las fuerzas espirituales en su parte superior y cerrado sobre la tierra en la inferior)



Cuando la serpiente aparece con mas de una cabeza se agrega a su significado simbólico el correspondiente al numero. La de tres cabezas se refiere a los tres principios, activo, pasivo y neutro. La de siete cabezas, los siete días de la semana, las siete direcciones del espacio, los siete dioses planetarios, los siete pecados capitales…




Además de aparecer en posición cósmica circular (valor de totalidad), puede encontrarse representada junto a otros elementos, el mas común es el árbol, que por ser unitario corresponde al principio masculino, siendo ambos la representación mítica de Adán y Eva. O por analogía, símbolo del dualismo moral (árbol de la vida enlazado por el principio del mal).



En alquimia la serpiente alada es el principio volátil y sin alas el fijo.



La serpiente crucificada representa la fijación del volátil y la sublimación. También lo femenino en el hombre o su “esencia húmeda”, identificándolo con Mercurio, el dios andrógino dotado de capacidad para el bien y el mal. La contraposición de dos serpientes, como en el caduceo de Mercurio, simboliza la contraposición de la serpiente domada o fuerza sublimada, a la serpiente salvaje o salud y enfermedad, la curación por medio de lo que causo el daño.



En el concepto yoga de la Kundalini, la serpiente, representada enrollada sobre si misma, es la imagen de la fuerza interior que dormita en la parte inferior de la columna vertebral y se despierta desplegándose y alzándose a trabes de los chakras hasta llegar al tercer ojo (frontal, de Shiva), donde el hombre recupera su sentido de la eternidad.

Los Templarios representaban a San Bartolomé, su santo mas venerado, con una serpiente, por la similitud entre la forma de morir, desollado vivo, y la muda de piel del animal y esto les hizo ser perseguidos pues “adoraban a un reptil, la encarnación del mal y del pecado”.

En las cofradías de los maestros canteros la serpiente, el mono y el lobo eran grados inicíáticos.

 
 
 

LA SIMBOLOGIA EN LA OPHELIA DE MILLAIS

LA SIMBOLOGIA EN LA OPHELIA DE MILLAIS


Por Esther Paredes




Faltaba completar un trabajo anterior que publicamos (“Ophelia y Elizabeth Siddal – Dos tragedias” *) con esta otra faceta relativa a la simbología en el cuadro de Millais. Espero que entre las dos aportaciones ganemos una buena perspectiva acerca de uno de los cuadros más emblemáticos del Prerrafaelismo.

Propongo la lectura de este interesante párrafo a cargo de Carlos A. Cuéllar, doctor en Historia del Arte, en su libro “El Prerrafaelismo y su influencia en la creación contemporánea” (Institutió Alfons el Magnànim, Valencia, 2006) :

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Una vista del río Hogsmill a la altura de Ewell

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La obra fue acabada en el invierno de 1852, en su casa londinense. Allí posó como modelo Elizabeth Siddal (siendo éste su retrato más fiel, en palabras de William Michael Rossetti) en el interior de una bañera llena de agua, en un afán de realismo pictórico que provocó en la desafortunada una pulmonía que casi lleva a Millais ante los tribunales... Está anécdota real es un exponente de la importancia que los prerrafaelistas dieron al concepto de fidelidad dentro de su arte, y la Ophelia de Millais es fiel hasta el detalle a Shakespeare y a la propia naturaleza. Por un lado, el naturalismo retratístico que caracteriza a Millais y sus compañeros pudo estar vinculado, como afirma Stephanie Grilli, con el interés victoriano por la Frenología, “ciencia” que pretendía entender la naturaleza humana a partir del estudio de la fisonomía, de este modo los pintores de la primera generación prerrafaelista optaron por una aproximación analítica frente a la idealización estereotipada propia del clasicismo y el romanticismo. Por otra parte, todos los elementos representados en el cuadro, desde el petirrojo posado sobre las ramas hasta la variada flora presente en el paisaje, fueron extraídos conceptualmente de la obra teatral en la que se inspiró, y formalmente de la copia minuciosa del natural. En efecto, todos los elementos accesorios son citados en algún momento de la famosa tragedia, y contribuyen por un lado a configurar el contexto espacio-temporal del suceso narrado y, por otro, a reforzar su sentido trágico mediante el valor simbólico de los mismos.

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Elizabeth Siddal, esposa y musa de Dante Gabriel Rossetti

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La dormidera (ausente en el texto de Shakespeare) es la única aportación original que Millais decide añadir por su valor simbólico referente a la muerte. En este sentido el pintor respeta el simbolismo literario y lo materializa visualmente al desarrollar todo un catálogo de simbolismo botánico en el que la flora completa el sentido y profundiza el contenido de la figura agonizante: el sauce (amor abandonado), la violeta (la lealtad de Ofelia), el narciso y las rosas (la falsa esperanza), los nomeolvides (cuyo mero nombre hace innecesaria cualquier explicación)... cada una de las plantas se configura como atributo simbólico de una enamorada que sufre y muere habiendo perdido la razón ante un dolor insoportable. Pero a un simbolismo más o menos popular y accesible, añade Millais un simbolismo oculto con la representación críptica de una calavera entre el follaje. Si seguimos la interpretación de Russell Ash, el contraste entre el arbusto del fondo y las zonas sombreadas delimita una figura que recuerda, por asociación formal, un cráneo desnudo que representa indirectamente el motivo omnipresente en el drama shakesperiano (la Muerte), señalando su amenaza ante el inminente deceso de Ofelia y prefigurando el famoso monólogo de Hamlet sosteniendo el cráneo de Yorik. De ser acertada la interpretación de Ash, Millais estaría empleando el recurso manierista del mensaje cifrado, presente en obras como Jean de Dinteville y Georges de Selve (cuadro conocido popularmente como Los embajadores), pintado en el siglo XVI por Hans Holbein el Joven, donde el cráneo es disimulado mediante el uso de la anamorfosis.



Con ello, el cuadro de Millais estaría sirviendo de puente entre el esoterismo propio del Manierismo y el del Simbolismo francés. Pero si el contenido intrínseco y parcialmente oculto de la obra pudo resultar inaccesible para un sector importante de la sociedad británica, el preciosismo cromático del lienzo no pasó inadvertido para nadie. Su generosa superficie de 76,2 x 111,8 cm conformó el privilegiado soporte de la capacidad técnica y estética de Millais, que supo concebir en esta obra como ningún otro en su época “...la contemplación de la muerte como recreo y goce” (Pedraza, Pilar “Máquinas de amar. Secretos del cuerpo artificial”, Madrid, Valdemar, 1998, p. 261), entiéndase recreo y goce del espectador, claro, no del personaje. En este sentido, el cuadro activa una conexión empática de carácter casi sadomasoquista, en cuanto que la hermosa fragilidad de Ofelia estimula el deseo de protección por parte de los espectadores, pero la belleza del paraje agreste en el que se desarrolla la acción, y la gracia del propio personaje, invitan a los mismos espectadores a que se abandonen a la más pura contemplación fruitiva. La pálida tez coronada por un cabello rubio cobrizo, sus ojos claros y que sus suaves rasgos dotan de una delicada y melancólica vulnerabilidad al personaje que parece esperar con los brazos abiertos la llegada de una muerte que la libere del sufrimiento, y en este sentido prefigura simbólicamente el futuro aciago de la propia Elizabeth Siddal, muerta por sobredosis del láudano en 1862 ¿Accidente o suicidio? En todo caso muerte liberadora tras un parto infeliz y la angustia provocada por el ataque de celos ante las continuas aventuras extramatrimoniales de Rossetti y, quizás también, por la necesidad de aliviar los dolorosos síntomas de una enfermedad venérea contagiada por su infiel esposo.>>

Tras este esbozo introductorio he procedido a traducir las opiniones relativas al simbolismo en esta obra de arte que ha elaborado el personal especializado de la Tate Gallery, que es el museo en el que está expuesto el cuadro. Me he permitido hacer una traducción libre por varias razones: para resumir, para concretar y para ampliar. Partiendo pues del texto procedente de esos especialistas (que figurará siempre en cursiva) incorporaré otras opiniones y aportaciones:

“Muchas de las flores en Ophelia están presentes porque son mencionadas en la obra o por su valor simbólico. Millais observó esa vegetación creciendo en la orilla del río en Ewell. Como quiera que pintó ese follaje a lo largo de cinco meses las diferentes especies estacionales fueron apareciendo ante sus ojos. Las siguientes flores y plantas se mencionan en el Acto IV, Escena VII (todas estas imágenes están sujetas al copyright de la Tate, Londres 2003)”




Geranium sylvaticum - Usos y tradiciones: Es la flor del condado de Sheffield en el Reino Unido. Las flores de G. sylvaticum producen un tinte de un color azul-gris que se utilizaba en la antigua Europa para la coloración de los mantos de guerra, en la creencia de que ofrecían protección en el campo de batalla. Por esta razón, G. sylvaticum se llamaba la gracia de Odín.”



Sauce Llorón: El sauce llorón que se observa colgando encima de Ophelia simboliza amores abandonados.”

Jean Chevalier y Alain Gheerbrant “Diccionario de los Símbolos” ed. Herder: “En Occidente se relaciona a veces el sauce llorón con la muerte. La morfología del árbol evoca sentimientos de tristeza. Hermas considera, por su parte, la bien conocida vivacidad del árbol y descubre en él un símbolo de la ley divina: la supervivencia de las ramas cortadas y plantadas en la tierra mientras que el árbol permanece indiviso, es función de la observación de esta ley. Pues si estas ramas se plantan en la tierra y reciben un poco de humedad, muchas de entre ellas volverán a la vida. Además, san Bernardo relaciona el sauce <> con la virgen María. Estas últimas interpretaciones están ligadas estrechamente al simbolismo extremo oriental del sauce. Éste es en efecto un símbolo de inmortalidad equivalente a la acacia masónica.“



Ortiga : La Ortiga que vemos crecer libremente por la orilla del río representa el dolor.

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¿Asteraceae o Compositae? Flor silvestre pelitre: flotando cerca de la mano derecha encontramos esta flor que simboliza la inocencia. Ophelia la menciona en el Acto 4, escena 5.”


La arroyuella (Lythrum salicaria): en la esquina derecha sobre la mano se pueden apreciar estas flores, muy cerca del marco. Representan la orquídea púrpura que se menciona en la obra de Shakespeare.”

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Rosas de color rosado: las vemos flotando alrededor de su mejilla izquierda y de su vestido y las rosas blancas silvestres en la orilla superior hacen referencia al acto IV, escena V, cuando Laertes llama a su hermana “Rosa de Mayo”. Simbólicamente está definiéndola como amorosa, juvenil y hermosa.”

La corona silvestre en forma de gargantilla simboliza el ahogo, la muerte y el rechazo.


Reina:


“There is a willow grows askant the brook,
That shows his hoar leaves in the glassy stream.
Therewith fantastic garlands did she make
Of crowflowers, nettles, daisies, and long purples.
That liberal shepherds give a grosser name,
But our cold maids do dead-men's-fingers call them.
There on the pendent boughs her crownet weeds
Clambering to hang, an envious sliver broke,
When down her weedy trophies and herself
Fell in the weeping brook. Her clothes spread wide,
And mermaid-like awhile they bore her up;”

“Inclinado a orillas de un arroyo, elévase un sauce,
que refleja su plateado follaje en las ondas cristalinas.
Allí se dirigió, adornada con caprichosas
guirnaldas de ranúnculos, ortigas, velloritas
y esas largas flores purpúreas
a las cuales nuestros licenciosos pastores
dan un nombre grosero, pero que nuestras
castas doncellas llaman dedos de difunto.
Allí trepaba por el pendiente ramaje
para colgar su corona silvestre,
cuando una pérfida rama se desgajó,
y junto con sus agrestes trofeos,
vino a caer en el gimiente arrojo.”

Juan Eduardo Cirlot “Diccionario de símbolos” Ediciones Siruela: “La rosa única es, esencialmente, un símbolo de finalidad, de logro absoluto y de perfección. Por esto puede tener todas las identificaciones, que coinciden con dicho significado, como centro místico, corazón, jardín de Eros, paraíso de Dante, mujer amada y emblema de Venus, etc.”



Violetas: La guirnalda de violetas alrededor del cuello de Ophelia hace referencia al Acto IV, escena V: “Bien quisiera ofreceros algunas violetas; pero se marchitaron todas cuando murió mi padre. Dicen que tuvo un buen fin.” Las violetas son símbolo de lealtad y también simbolizan la castidad y la muerte temprana.

Jean Chevalier y Alain Gheerbrant “Diccionario de los Símbolos” ed. Herder: “Color de la templanza, hecho de una igual proporción de rojo y de azul, de lucidez y de acción reflexiva, de equilibrio entre la tierra y el cielo, los sentidos y la mente, la pasión y la inteligencia, el amor y la sabiduría. El arcano XIV de Tarot, llamado La Templanza, representa a un ángel que tiene en las manos dos vasos, uno azul y otro rojo, entre los cuales se intercambia un fluido incoloro, el agua vital. El violeta, invisible en esta representación, es el resultado de este intercambio perpetuo entre el rojo ctónico de la fuerza impulsiva y el azul celeste. Éste es, en el cristianismo, el color del traje del obispo, pastor responsable del rebaño de los creyentes.”

“Las siguientes flores han sido añadidas a la escena por Millais:


Filipendula: a la izquierda de las arroyuellas encontramos las filipendulas. Podrían significar la inutilidad de su muerte.

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Nomeolvides: en la orilla, debajo de las arroyuellas y en primer plano encontramos estas flores cuyo nombre lo dice todo.”

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Pensamientos: encontramos los Pensamientos flotando sobre su vestido, aludiendo al acto IV, escena V donde encontramos a Ophelia recogiendo flores. Representan precisamente “los pensamientos” al igual que pueden simbolizar lo inútil.


Jean Chevalier y Alain Gheerbrant “Diccionario de los Símbolos” ed. Herder: “El simbolismo de esta flor viene esencialmente del numero de sus pétalos: tiene cinco y esta cifra es precisamente uno de los símbolos del hombre. El pensamiento designa al hombre por lo que le es propio: pensar; por eso designa la meditación y la reflexión.”


Juan Eduardo Cirlot “Diccionario de símbolos” Ediciones Siruela: “Esta flor recibe el nombre de precisamente por simbolizarlo a causa de la claridad de su esquema pentagonal, como el hombre mismo adscrito al simbolismo del cinco.”


La gota de sangre (Adonis annua): viene a simbolizar el dolor de Ophelia. La encontramos flotando cerca de los Pensamientos.”

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“Ramo variado: flotando entre el vestido y la orilla, cerca de sus pies en la esquina derecha.”

Juan Eduardo Cirlot “Diccionario de símbolos” Ediciones Siruela: “Distintas flores suelen poseer significados diferentes, pero, en el simbolismo general de la flor, como en muchos otros casos, hallamos ya dos estructuras esencialmente diversas: la flor en su esencia; la flor en su forma. Por su naturaleza, es símbolo de la fugacidad de las cosas, de la primavera y de la belleza."



Amapola: la vivaz Amapola roja con sus semillas negras simbolizan el sueño y la muerte.
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Narcisos: en un principio Millais incluía algún Narciso. Cuando el cuadro fue adquirido por el Covent Garden de Londres se entendió que precisa de una mayor presencia del amarillo. Su amigo y poeta Tennyson sugirió que no le parecía muy apropiado porque simbolizaba la falsa esperanza. Serán pues Primulaceae,(familia de las primuláceas)? En la obra teatral hay una alusión a éstas últimas en el acto I, escena 3, cuando Ophelia se dirige a su hermano.

Jean Chevalier y Alain Gheerbrant “Diccionario de los Símbolos” ed. Herder: “La etimología (narke) de donde viene “narcosis”, ayuda a comprender la relación entre esta flor y los cultos infernales, con las ceremonias de iniciación, según el culto de Deméter en Eleusis. Se plantan narcisos sobre las tumbas. Simbolizan el entumecimiento de la muerte, pero de una muerte que tal vez sólo es un sueño.


Otros símbolos:




Calavera : existen personas que sugieren la presencia de una calavera en el cuadro. Se la puede situar sobre los Nomeolvides en la parte derecha del cuadro. Se aprecia una nariz y dos huecos correspondientes a los ojos. Se aprecia gracias a un juego de luces y sombras en el follaje. La calavera es una alusión directa a la muerte.

Juan Eduardo Cirlot “Diccionario de símbolos” Ediciones Siruela: “En un sentido general, es el emblema de la caducidad de la existencia, cual aparece en los ejemplos literarios del Hamlet y del Fausto. Sin embargo, como la concha del caracol, es en realidad <> del ser vivo una vez destruido su cuerpo. Adquiere así un sentido de vaso de la vida y del pensamiento; con este sentido simbólico aparece la calavera en los libros de alquimia en relación con la nigredo. Multitud de actos supersticiosos, rituales o derivados de la antropofagia, a fin de cuentas, provienen de este sentimiento.”


Petirrojo: este pajarillo se puede observar en las ramas del sauce. Podría ser una alusión a la frase que canta Ophelia en el acto IV, escena V: “Porque mi buen Robin/ es toda mi alegría”. Puede hacer referencia a Robin Hood pero las aves también simbolizan el espíritu que se elevaría hacia las alturas mientras ella flota en el río.”


En “Bosch: realidad, símbolo y fantasía” Escrito por Isidro Gonzalo Bango Torviso y Fernando Marías se informa que el petirrojo es “símbolo popular de lascivia”. También se afirma que es un símbolo de compasión. Su pedio rojo sería el resultado de las quemaduras que sufrió cuando llevaba el agua a las almas abrasadas del infierno. Otra leyenda cuenta que el petirrojo se pinchó cuando quitaba los clavos de Cristo.

OPHELIA Y ELIZABETH SIDDAL, DOS TRAGEDIAS.

OPHELIA Y ELIZABETH SIDDAL,
DOS TRAGEDIAS.

Por Esther Paredes



No quisiera traer a colación la manida argumentación de los paralelismos quer tan amenudo nos deleitan en el universo literario. Sin embargo, los hay. Tolstoi nos legó una histórica frase que cuadra muy bien en las vidas paralelas que vamos a recorrer:


"Todas las familias felices se asemejan;
cada familia infeliz es infeliz a su modo".


Nuestras dos heroínas fueron ciertamente infelices y ciertamente lo fueron cada una a su manera. Ophelia se suicida entre el dolor por la muerte de su padre a manos de su amado y el desamor que Hamlet le profesa. Elizabeth se quitará la vida sabiéndose engañada por su marido y sin poder superar el nacimiento de una hija muerta.






Eleanor Elizabeth Siddal era una mujer bellísima que trabajaba en una sombrereria. Alli la descubrió Walter H. Deverell y fue la modelo de su cuadro Twelfth Nigth. Siempre tuvo una salud muy frágil que se agrabó cuando tuvo que estar introducida innumerables horas en una bañera de agua fría para encarnar a esa Ophelia del cuadro de Sir John Everett Millais que tanto nos sobrecoge cuando lo observamos en la Tate Gallery. La modelo, poeta y pintora estaba profundamente enamorada de Dante Gabriel Rossetti, otro genio de la Hermandad Prerrafaelista. Las dos mueren solas, angustiadas, abandonadas, sufriéndo pérdidas cuyo dolor las hacía enloquecer. La hermana de Laertes, esa joven tierna, fiel y entregada, llora la muerte de su padre Polonio a manos de Hamlet con las siguientes palabras:

"LLeváronle en su ataud
con la cara descubierta.
A la non, non, nominanón;
A la non, non, nominanón.
Y llovieron muchas lágrimas
sobre su tumba entreabierta".
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Su tumba entreabierta canta la desdichada, entreabierta como lo estarán después sus manos flotando sobre el agua ofreciendo a la par que suplicando todo ese amor que se le escapó como el agua que envuelve su cuerpo sin detenerse.




Mientras Rossetti retozaba con Fanny Cornforth dando rienda suelta a su insaciable concupiscencia, Elizabeth desvariaba e ingería una sobredosis de láudano.





En el otro extremo de este paralelismo observamos a un Hamlet entregado a su sed de venganza en tanto Ophelia se sumergía en las tranquilas aguas del río. Un líquido frío para una, un brebaje mortífero para la otra.
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Shakespeare nos pintó con palabras el lienzo que servirá a Millais de guia en su trabajo, fiel recreación del retrato de Gertrudis en la inmortal obra teatral:
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"Ophelia" por John Everet Millais (1852).
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"Inclinado a orillas de un arroyo, elévase un sauce, que refleja su plateado follaje en las ondas cristalinas. Allí se dirigió, adornada con caprichosas guirnaldas de ranúnculos, ortigas, velloritas y esas largas flores purpúreas a las cuales nuestros licenciosos pastores dan un nombre grosero, pero que nuestras castas doncellas llaman dedos de difunto. Allí trepaba por el pendiente ramaje para colgar su corona silvestre, cuando una pérfida rama se desgajó, y junto con sus agrestes trofeos, vino a caer en el gimiente arroyo. A su alrededor se extendieron sus ropas, y, como náyade la sostuvieron a flote durante un breve rato. Mientras, cantaba estrofas de antiguas tonadas, como inconsciente de su propia desgracia, o como una criatura dotada por la Naturaleza para vivir en el propio elemento. Más no podía esto prolongarse mucho, y los vestidos, cargados con el peso de su bebida, arrastraron pronto a la infeliz a una muerte cenagosa, en medio de sus dulces cantos."
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(Traducción de Luís Astrana Marín y Manuel Mújica Láinez)




Un hecho curioso relaciona los nombres de nuestras dos protagonistas. Ophelia es un nombre de origen cuyo significado es "aquella que está dispuesta a ayudar" o "aquella que viene en socorro". Elizabeth en hebreo significa "Dios ha ayudado". Una estaba dispuesta a ayudar, otra debía ser ayudada y sin embargo ambas se ven envueltas en sus solitarias existencias sin ayudar, sin ser ayudadas.



Dejemos finalizar esta triste historia con un poema que las pueda resarcir a las dos de sus sufrimientos. Rimbaud se inspiró en una de ellas para legarnos estas bellas palabaras que conceden inmortalidad a las dos dolientes beldades unidas por un cuadro, por un mismo triste destino:
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Poema de Ofelia de Arthur Rimbaud
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I
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En las aguas profundas que acunan las estrellas,
blanca y cándida, Ofelia flota como un gran lirio,
flota tan lentamente, recostada en sus velos...
cuando tocan a muerte en el bosque lejano.
Hace ya miles de años que la pálida Ofelia
pasa, fantasma blanco por el gran río negro;
más de mil años ya que su suave locura
murmura su tonada en el aire nocturno.
El viento cual corola, sus senos acaricia
y despliega, acunando su velamen azul;
los saúces temblorosos, lloran contra sus hombros
y por su frente en sueños, la espadaña se pliega.
Los rizados nenúfares suspiran a su lado,
mientras ella despierta, en el dormido aliso,
un nido del que surge un mínimo temblor...
y un canto, en oros, cae del cielo misterioso.
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II.
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¡Oh tristísima Ofelia, bella como la nieve,
muerta cuando eras niña, llevada por el río!
Y es que los fríos vientos que caen de Noruega
te habían susurrado la adusta libertad.
Y es que un arcano soplo, al blandir tu melena,
en tu mente traspuesta metió voces extrañas;
y es que tu corazón escuchaba el lamento
de la Naturaleza -son de árboles y noches.
Y es que la voz del mar, como inmenso jadeo,
rompió tu corazón manso y tierno de niña;
y es que un día de abril, un bello infante pálido,
un loco misterioso a tus piés se sentó.
Cielo, Amor, Libertad: ¡Que sueño, oh pobre loca!.
Te fundías en él como nieve en el fuego;
tus visiones, enormes, ahogaban tu palabra.
- Y el terrible Infinito espantó tu ojo azul.
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III.
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Y el poeta nos dice que en la noche estrellada
vienes a recoger las flores que cortaste,
y que ha visto en el agua, recostada en sus velos,
a la cándida Ofelia flotar, como un gran lis.




Mauricio Wiesenthal: un ave del paraíso en tiempos modernos

MAURICIO WIESENTHAL:
Un Ave del Paraíso en los Tiempos Modernos.

Por Esther Paredes.


Se me hace difícil el reto de hablar de la obra de un hombre que se escapa a los cánones de su época.




Perteneciente a una familia enraizada en la clase docente, hijo de un catedrático, nieto de un impresor alemán y biznieto de un músico, rodeado de una tradición intelectual, disfrutó desde muy temprana edad de una educación internacional y humanista aliñada con numerosos viajes por toda Europa y más o menos largas estancias en distintos lugares del planeta.

Residió en París en uno de los momentos históricos más carismáticos: Mayo del 68. No participó directamente en los acontecimientos más desenfrenados pero aquellos ideales han formado desde entonces parte de este escritor, al que sin duda se puede calificar de humanista, y que recoge en su obra ese horizonte de esperanzas que fue bandera de aquellos jóvenes. Él mismo ha escrito: "Yo soy hijo de aquél sueño", haciendo referencia a la Primavera de Praga. Un sueño compartido en parte también por el reverendo Martin Luther King, quién dejó para la posteridad una frase emblemática: "I have a dream".

Para un intelectual que no participa activamente mayoritaría de su época, marcadamente influída por el marxismo, no debe resultar nada fácil sobrevivir como rara avis llevando adelante un proyecto literario anclado en una cosmovisión que tuvo su apogeo unos 400 años antes.

Sigilosamente se ha hecho acreedor de una obra compuesta por más de cien libros, traducciones de autores extranjeros y versiones a otros idiomas. Toda una vida, pues, que ha girado en torno a la palabra escrita, al verbo al fin, aderezada con un finísimo humor y en ocasiones cierta socarronería, un humor intelectual a decir de algunos.

Con ocasión de la reciente publicación de su libro "Luz de Vísperas" Eva Díaz Pérez ha escrito en el nº 113 de "Mercurio": "Si en este país no se confundiera literatura con éxito editorial, los buenos libros tendrían su espacio en las librerias y en los medios. Pero aquí la hojarasca suele eclipsar las joyas que de vez en cuando, y discretamente, aparecen entre las novedades. Esta debe ser la razón por la que "Luz de Vísperas", uno de los más interesantes libros publicados en España, ha pasado desapercibido, fascinando sólo a una camarilla de incondicionales que va aumentando día a día". Para ella este autor entronca con los grandes escritores del siglo XX. Mi percepción lo enraizaría con una época anterior: el re-nacentismo. Sirvan unos pocos ejemplos para reforzar esta afirmación que sólo puede avalar su obra y su trayectoría. En sus libros "Diccionario del Vino" (Salvat), "La Cata de Vinos" (Alba Editorial, 2005) y "El Gran Libro del Vino" (Salvat) se nos revela el enólogo y profesor del Centro Cultural del Vino de Barcelona. Es también autor de un poemario "Escucha Israel" y de los libros de viaje "Yucatán y los Mayas", "Perú" y "Memorias de México" y no escapa el ensayo a su aguda visión. Así lo ponen de relieve los trabajos "La Hispanibundia", "Galeria de la Estupidez" y "La Belle Epoque del Orient Express". Con la misma soltura que arranca notas a su flauta travesera es capaz de captar bellísimas fotografías que nos ha dado a conocer en su faceta de reportero de viajes e historiador de la fotografía "Historia de la Fotografía" (Salvat, 1979) y "Storia della Fotografia" (Instituto Geográfico de Agostini Novara, 1983). Tambien ha sido profesor de Historia de la Cultura en la Escuela Superior de Comercio de Cádiz y conferenciante invitado en numerosas. Podríamos calificarlo también de enciclopedista si nos atenemos a sus colaboraciones en diferentes diccionarios y enciclopedias. A todo lo expuesto yo lo defino como un espíritu renacentista.


Tras esta extensa introducción en los vastos conocimientos de este magnífico escritor podemos dedicarle unas palabras a su obra "Libro de Requiens" (Edhasa, 2004), un ensayo-homenaje erudito que tiene algo de memorias. Todo un caleidoscopio de personajes pasa ante la retina del lector. Son personajes que, de un modo u otro, han estado significativamente presentes en su vida. A alguno llegó a conocerlos en persona, como Coco Chanel o Jean Cocteau y a otros sólo a través de sus ciudades, sus casas, sus familias, sus textos... como Freud, Tolstoi, Dostoievski o Stefan Zweig. Las primeras lineas que se pueden leer ofrecen toda una declaración de intenciones "En el cementerio de Capri hay una sepultura con un reloj de sol y una cita de Mazzini, escrita en inglés: "THERE IS NO DEATH IN THIS WORLD, ONLY FORGETFULNES (No existe la muerte, sino sólo el olvido)". Con estas palabras abre un paréntesis de 688 páginas que nos deslizarán hasta el último párrafo del libro "No hagamos preguntas. Pero escribí estás páginas para quitarme el sombrero delante de los condenados y para dejar coronas de flores a los pies de los muertos. Ellos no me necesitan, pero yo a ellos sí. Requien aeternan dona eis". No resulta en consecuencia engañoso el título del libro: las historias hablan de muertos, pero también de vivos; de personajes que están presentes en la memoria de este viajero incansable.

A esta obra siguió otra "El Esnobismo de las Golondrinas" (Edhasa, 2007), literatura de viajes en el sentido más amplio del término. En este libro se recorren ciudades y rincones de Europa, de Estambul y Marrakech que forman parte de sus recuerdos y de su vida. Se nos habla de la frontera de España con la cultura árabe y de Nueva York, como la capital del imperio norteamericano y, por tanto, "el otro límite de Europa". Wiesenthal comparte con sus lectores en un sólo párrafo toda una cosmovisión: "Nací en 1943 en el momento en que la vieja Europa agonizaba. Y, quizá por eso me he sentido heredero ¿heredar es ser responsable? de los ideales, el dolor y la culpa de mis maestros. Cuando edité media docena de ejemplares de mis memorias, sólo para mi familia, pensé que el titulo más apropiado para estos recuerdos de mi vida era: Llegar cuando las luces se apagan. Esta es la idea que tengo de la época que me ha tocado vivir. Y el tema principal de mis libros ha sido siempre la preocupación por esta Europa que se nos va muriendo y apagando entre las fiestas y los fastos de la burocracia que la gobierna. Ésta es la Europa de los viajes supersónicos, del bienestar económico, de la globalización, de los nuevos ricos, del optimismo de las vidas triunfantes... o sea: una suplantación de Estados Unidos." Y siempre presente esa vieja Europa que es ancha, punto de partida y punto de retorno para él. Es como una amante que ha aprendido a aceptar con sus claros y sus oscuros, de evocador recuerdo cuando su mirada se remonta hacía los orígenes griegos de un pensamiento que conoce con holgura. "Quizá este libro es también un poco cínico. El snobismo es una actitud distante, estética y filosófica, que provoca naturalmente, el rechazo de todos aquellos que prefieren adaptarse a las convenciones para sacar provecho en cualquier situación. Lo que más odia un oportunista es la independencia del esnob. [...]

Prefiero a los esnobs de toda la vida, nada molestos pero, al menos conscientes, de su amanerada frivolidad". Una desparasitada defensa de un adjetivo que pocos asumirían con esa naturalidad. Sus vastísimos conocimientos no le permiten acomodarse a patrones prefijados. Está acostumbrado a relacionarse con per-sonas de distintas culturas, hablándoles en su propio idioma, puesto que un hombre así no podría ser sino políglota. Se acomoda a una cultura y poco después da el salto a otra con la misma facilidad que otros mudan de ropa. Conoce bien los temperamentos de norte europeo a la par que es profundamente mediterráneo.

Sólo un año después de la publicación de "El Esnobismo de las Golondrinas" ya deleitaba a sus fieles lectores con "Luz de Vísperas" (Edhasa, 2008) que para algunos es la mejor obra de Wiesenthal hasta la fecha. La crítica ha definido esta última obra como "inmensa, completa en la dimensión psicológica y narrativa que ha distinguido siempre a los maestros rusos y centroeuropeos". Tal y como le comentó a Maxi de la Peña en una entrevista concedida recientemente "El continente europeo debe volver a ser un mundo abierto a las ideas", la Europa actual, su gran pasión y su patria intelectual. "¿Qué somos los europeos desde la Segunda Guerra Mundial? Una provincia de Estados Unidos". Hace estas afirmaciones mientras reivindica la democracia de la Grecia clásica y "una vuelta a un mundo abierto a las ideas", que es lo que siempre caracterizó al viejo continente. Un autor tan personal e irrepetible consigue que los críticos saquen lo mejor de sus propias plumas, convirtiendo las reseñas sobre su obra en retazos de miel literaria. Así se expresaba David Martin-Copé en la revista Quimera: "Un vals de amor y muerte tocado en el acorde de Tristán... pero es también un testamento que, por extraño que parezca nos transmite un mensaje de esperanza... Y, por supuesto, encontramos de nuevo el amor, la fascinación por los pueblos nómadas, por las comunidades errantes: los judios o los gitanos europeos.

Musicos vagabundos, sabios pobres y humildes, exiliados... nos queda su lección sobre la desposesión, la renuncia, el poco apego a las fronteras y el terruño. Pero sobre todo nos queda su conmovedora e insobornable dignidad".

Sergio Vila San Juan advertía: "Lean a Wiesenthal, hay muy pocos como él." En el suplemento Babelia, de El País L. F. Moreno Claros resume en un párrafo toda la gama de matices que gestiona con maestría este viajero universal: "Una prosa elegante, a veces de tono levemente elegíaco en violeta o gris, y otras irónica y apasionada, luminosa y engalanada con una sutíl mezcla de egotismo y humildad, que recrea, rememora y rescata a unos personajes inolvidables. [...] Un precioso catálogo de nostalgias".

Poco puedo añadir yo a estas autorizadas recomendaciones. Lean a Wiesenthal y recuperarán el gusto por la literatura de profundo contenido presentada de forma alada, como si sus pensamientos los sostuviese un Mercurio consagrado.















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